El origen de los mismos está en un código filosófico y moral chino de hace más de doce siglos, que alentaba el uso de tres sentidos para la observación cercana del mundo que nos rodea.

Como sabemos los tres monos promulgan el no ver, no oír, no decir, y se representan con tres simios tapándose los ojos, los oídos y la boca, respectivamente.

Nosotros lo traemos a colación porque no tenemos dudas, de que un personaje español los está no solo imitando, sino que está intentado que lo confundan con ellos. Así, entre otras cosas, sería la figura brillante en toda la prensa y en todos los noticieros, cosa que persigue por encima de todo.

Efectivamente, empezamos por no ver. La persona a la que nos referimos debe ser ciego o tener, desgraciadamente, grandes problemas de visión. De lo contrario no nos explicamos cómo no se entera de la repulsa que causa entre los ciudadanos Por mucho que él acostumbre a aparecer sonriendo, tendría que darse cuenta de la cara que ponen la mayoría de nuestros compatriotas en cuanto lo ven. ¡Ya está bien! Otra vez aquí como un modelo luciéndose en una pasarela. Sin embargo, éll actúa como si nada, porque sin duda los que no lo admiran es que no saben comprender la belleza.

Sordo no sepamos que lo sea, de lo cual nos alegramos, ahora bien, se comporta como si lo fuese, como si no oyese nada. De lo contrario tendría muy difícil de explicar cómo aguanta todo lo que le dicen, aunque sea muy merecido, en cuanto aparece en público, sea en donde sea, con la excepción de cuando lo rodean tan solo sus lacayos o sus mantenidos. No es de extrañar, de lo contrario se les acabaría el chupar.

En cuanto a lo de no decir, desde luego sería mejor que nunca hablase. De todos modos aunque lo haga es como si no lo hiciese, puesto que sus palabras se las lleva el viento. Ya sabemos que nunca miente, simplemente cambia de opinión. Esto nos lleva a preguntarnos si tiene el cerebro bien, si le funciona correctamente. De lo contrario es inexplicable como esos cambios tan frecuentes y repentinos. No recordamos nada que haya dicho importante para la nación, de lo cual no se haya desdicho al poco tiempo, sosteniendo tranquilamente lo opuesto. Suponemos, mientras no se demuestre lo contrario, que es una persona seria y responsable. Entonces ¿cómo se explica que cambie más que una veleta? Por eso avisábamos que era mejor que nunca hablase, al menos no quedaría de mentiroso.

Suponemos que le gustaría que lo integrasen en el grupo. Qué mayor honor que pasar a ser parte de un mito que tiene varios siglos. Sin embrago nosotros no creemos que fuese bueno para la sociedad, pues con su manera de ser empezaría una labor de zapa, intentado hacer desaparecer a los otros tres, para quedarse el con toda la gloria. ¿El daño que hiciese? ¡Qué más da! Lo verdaderamente importante es satisfacer su ego, lo demás es “peccata minuta”

Seguramente “todos, todas y todes” que hayan leído hasta aquí, se habrán percatado del personaje al que nos estamos refiriendo, el inigualable, nunca mejor dicho, “cum fraude”. El problema que tenemos los españoles es que esas ansias de figurar, de ser más, las pagamos nosotros. Si no fuese así no nos preocuparía. Nos atendríamos al viejo dicho “cada loco con su tema” y que hiciese lo que quisiese, pero no es el caso.

Una persona como él, a la que todo le da igual y nada le importa, con excepción de su interés particular, no puede estar dirigiendo un gobierno, pues realmente no hace tal cosa, sino acoplándolo en cada momento a sus conveniencias, sin tener en cuenta a los ciudadanos.

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