La semana pasada hemos asistido a un espectáculo cuando menos bochornoso, aunque su calificación exacta es de vergonzoso.

Hemos constatado que a la gran mayoría de los representantes de los ciudadanos, lo que menos les importa son estos últimos, siendo su mayor y casi exclusiva preocupación, sus prebendas y privilegios.

Siempre hemos mantenido y mantenemos que si dos más fuerzas políticas, por opuestas que sean, si de verdad buscan el bienestar de sus representados, acabarán alcanzando puntos mínimos de encuentro para trabajar juntas a favor de ellos.

Dado lo ocurrido en nuestro país, debemos pensar que es muy posible que estemos equivocados. No obstante, nos consolaría que los hechos contradijesen nuestra opinión. Humilde y gustosamente reconoceríamos nuestro error.

Lo acontecido en el Congreso, es lo que nunca debiera haber ocurrido. El debate de investidura se redujo, salvo alguna honrosa excepción, a la lectura de una serie de discursos. Ya de por sí es un tanto vergonzoso, pues un parlamentario debe parlamentar, hablar, debatir ideas, el propio nombre lo indica. El limitarse a leer papeles aunque sean escritos por ellos mismos (generalmente lo hacen los asesores), indica poca capacidad oratoria, esencial en un parlamento, y nos autoriza a dudar de su capacidad intelectual.

Por otra parte prácticamente no hubo discursos exponiendo las ideas que se tenían para conducir al país. Asistimos a una serie repetida de que buenos somos nosotros, que desastre son nuestros oponentes. Además muchos parlamentarios nos trasmitieron la sensación de que no sabían dónde estaban. Parece que creían que en vez de estar en una cámara de representación nacional, con circunscripciones electorales territoriales, estaban en una cámara de representación territorial.

En estas circunstancias el resultado era previsible.

Otra cosa curiosa es la falta de memoria de la que hicieron gala varios de los que intervinieron. El candidato a presidente se olvidó que hace unos tres años dijo públicamente de un oponente político, “la responsabilidad de que el Sr.… pierda la investidura es exclusiva del Sr.…, por ser incapaz de articular una mayoría”. ¿No se acuerda? Es triste, pues aún es muy joven para tener alzhéimer. Entendemos que ahora se vaya veinte y un días de vacaciones a reponerse (a consta de todos los españoles), al igual que hacen todos los ciudadanos del país. Seguramente en ese tiempo se ilusionará cantando aquello de “…cuando llegue septiembre toso será maravilloso…”

También nos extrañó que gente heredera y blanqueadora de los etarras, que tienen más de ochocientos asesinatos en su haber, se indignen, muy democráticamente,    de que en la cámara haya representantes de un partido que ellos tildan gratuitamente de extrema derecha, pero que hasta ahora ha acatado en todo momento la Constitución y no ha manifestado nada en su contra. Entendamos, si  unos dentro de la legalidad vigente, exponen ideas contrarias a las que nos gustan, son fachas; que no merecen nada; si nosotros teñimos de buenos a los responsables de cientos de asesinatos somos unos demócratas.

¿En que acabará todo?, nadie lo sabe. Teniendo en cuenta que el aspirante a presidente tiene un ego que lo pierde, que con tal de figurar como tal, es capaz de todo, todo puede ocurrir. Transigirá hasta con lo que ocurrió durante el bipartito en Galicia, que el presidente socialista se enteraba por la prensa de lo que hacían los consejeros nacionalistas.

Lo dicho, lo vergonzoso es vergonzoso, aunque lo hagan los políticos.

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