En esta magnífica sociedad a la que nos está llevando a trancas y barrancas, el inigualable e irrepetible “cum fraude”, todos terminaremos viviendo estupendamente a costa de algo muy sencillo, de las limosnas del Estado.

Aclaramos que los calificativos que le hemos dado al citado, son los que se ha ganado el  mismo. Creemos que estará contento, su ego se encontrará plenamente satisfecho, y eso es indudablemente, lo que más le preocupa.  Ya saben, lo importante es que hablen de uno, aunque sea mal.

Siendo conscientes de que una limosna es lo que se da, generalmente dinero, a una persona por caridad, es inevitable que califiquemos como tal, a muchas de las medidas que un día sí y otro también, nos anuncia el gobierno fantasma, teóricamente por nuestro bienestar.

El problema creciente con que se encuentran “cum fraude” y sus compinches, es que los ciudadanos no queremos caridad, sino justicia enmarcada en el sentido común, que para los citados parece ser el menos común de los sentidos.

Se lo diremos más bruscamente, métanse sus limosnas donde les quepan y dennos  lo que en verdad nos corresponde. Queriendo, pueden hacerlo, y en caso de no saber cómo, lo que no creemos, váyanse.

Nos tienen fritos a impuestos, solo falta que los bebés tengan que pagar un gravamen por nacer, pero no demos ideas, que son capaces de aplicarlas.

El pretexto que esgrimen es la necesidad de poder financiar el estado de bienestar al que dicen nos quieren llevar. Eso no se lo creen ni ellos. Lo que quieren es tener dinero para poder mantener su tren de vida, regalar empleos fantasmas a sus amigos y pelotas, realizar exhibiciones de un supuesto poderío dentro y fuera de nuestro país, etc.

Sin duda para sus pretensiones necesitan disponer de fondos. Solución, más impuestos para financiar sus más numerosos gastos.

Lógicamente los españoles no estamos de acuerdo con esa actuación.  Si el gasto público se redujese al estrictamente necesario, ¿cuántos impuestos podrían rebajarse o desaparecer?

Supongamos que el macro gobierno se reduce a la mitad o poco más; podría funcionar eficazmente como nos demuestra la experiencia y ganaríamos en que los ministros no perderían el tiempo peleándose entre ellos por cuestiones puramente partidistas. Si a ello le añadimos la supresión de la mayor parte de los asesores, muchos de ellos simples chupópteros. Continuamos con la eliminación de entes públicos, que con frecuencia nadie sabe para qué sirven. Desaparecen las donaciones a organismos privados,  que en muchos casos es el sustento de sus dirigentes. ¿En cuanto se reduciría el gasto?

Para quedar bien con la agenda globalista, a costa del pueblo, aumentan en un sesenta y cinco por cien los fondos para favorecer la inmigración ilegal, que con frecuencia es la responsable de graves problemas en las zonas donde se asientan, casualmente muy distintas a las que residen nuestros dirigentes.

Al tiempo que ocurre todo lo comentado, aumentan las colas del hambre, el número de familias que a duras penas pueden subsistir. ¿Qué hacen “cum fraude” y compañía para remediarlo? Muy sencillo, dar limosnas a la población. Sí, penoso, pero así es. Un día sí y otro también nos anuncian bonos para esto y lo otro, descuentos en estas condiciones, posibles ayudas si se cumplen ciertas condiciones, etc. Por cierto, parece ser que en la práctica todas esas gangas tardan bastante en materializarse, y mientras tanto a aguantar.

Dejen de gastar nuestro dinero en auténticas “caralladas” (así decimos los gallegos) y guárdense las limosnas que nos ofrecen.

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