Es lo que tenemos que decir del comportamiento de nuestros políticos, no de todos, pero sí de la mayoría.
No sabemos si se dedican a regir los destinos del país por el bien de todos, o si de tan solo una parte del mismo porque es lo que les conviene, dejando a su aire al resto, siempre y cuando no les moleste lo que pretendan hacer. Si únicamente de conservar su puesto y seguir con sus chanchullos, colocando a amiguetes, chupando subvenciones, viajando a nuestra costa, etc.
Analizando sus actuaciones nos atrevemos a decir, sin miedo a equivocarnos que los ciudadanos les importamos muy poco, y que cuanto más nos líen, mejor para ellos.
Por una parte, nos marean con los actos conmemorativos del cincuentenario de una muerte, que aprovechan para darnos el coñazo y, de paso, subvencionar o financiar a sus medios afines con dinero público, es decir, de los sufridores de siempre.
Por ejemplo, recientemente ascendieron de categoría a un sujeto, lo que le supone un incremento del sueldo de un treinta por cien, que se ha distinguido por predecir, equivocadamente claro está, éxitos para “cum fraude”, a pesar de que la mayor parte de las encuetas vaticinen lo contrario.
Para sorpresa nuestra el desgobierno ha denegado, una vez más, una ayuda de veinticinco millones de euros, que costaría el tratamiento de la leucemia infantil, pero ha destinado esa cantidad a mejorar “las competencias en transacción ecológica”. La pregunta es obvia, ¿cuántas vidas de niños nos va a costar la perpetuación de la Agenda 2030?
Otra cosa que no nos explicamos es que mientras el reino alauita haya empezado a derribar viviendas, algunas propiedades de españoles, levantadas hace décadas, sin aviso ni compensación económica, nuestros jefes hayan considerado al citado reino como zona prioritaria en el reparto de ochenta y cinco millones de euros en subvenciones. Entendemos, no puede ser de otra manera, que al desgobierno le trae sin cuidado que dejen a compatriotas en la calle. Ya se arreglarán como puedan y si no, peor para ellos.
Así todo lo que más nos ha sorprendido, por llamarlo de algún modo, aunque en realidad nos lo esperábamos, y por lo tanto no nos sorprende demasiado, ha sido
la delegación de competencias al gobierno catalán. Lo han hecho de manera muy sutil, retorciendo la Constitución, para no chocar frente a frente con su artículo 149 que establece como competencias exclusivas del Estado las materias de nacionalidad, inmigración, emigración, extranjería y derecho de asilo Como consecuencia, tenemos entre otras, que los Mossos de Escuadra compartirán el control de la frontera con la Policía Nacional y la Guardia Civil
Si a lo anterior le añadimos la condonación de los diecisiete mil millones de deuda, que están imponiendo el catalán como lengua exclusiva en todos los sitios que pueden y que ante una nueva intentona golpista será muy difícil de aplicar el artículo 155 de la Constitución, a no ser que haya tiros por las calles, ¿Qué nos queda por decir?
Muy simple. Que la comunidad catalana es de hecho, aunque por lo de ahora no de derecho, una región independiente de España. De esta situación a que sea un estado más en Europa solo hay un paso.
Tenemos una duda. Si la Generalitat intenta conformar, más o menos disimuladamente, unas fuerzas armadas propias ¿qué hará “cum fraude?
Queridos compatriotas desengañémonos, la situación es insostenible, Solo tenemos dos caminos, o desaparecer o hacer que desparezcan los impresentables. Elijan libremente.
