En un tiempo, cuando nos hablaban de dogmas, entendíamos que se referían a verdades tenidas por innegables en una religión.

Hoy en día el uso de tal vocablo se ha extendido a muchos ámbitos; unos lo usan abiertamente y otros lo dan a entender. En cualquier caso lo utilizan con la idea subyacente de fundamento inamovible.

Tenemos muestras de ello en la vida política cotidiana, tanto en la nacional como en la mundial.

Efectivamente, cada vez con mayor frecuencia, se tratan de imponer por todos los medios y a todas las escalas, objetivos a alcanzar y conductas a seguir, con el mismo empeño con el que las religiones emplean para sus dogmas.

El ciudadano de a pié debe agachar la cabeza y creerse lo que le dicen porque se lo dicen. Cualquiera que dude es calificado como antisocial o conspiracioncita.

Lo primeramente curioso de esos dogmas, que son políticos, es que con frecuencia tienen un origen nebuloso. En una conferencia, en un foro, etc. los participantes, no elegidos democráticamente, llegan a una conclusión y fijan unos objetivos a alcanzar sobre determinado tema, del que generalmente no entienden nada, pero que agradan a ciertos personajes, desmesuradamente ricos, que da la casualidad que financian esas reuniones.

En consecuencia no puede extrañarnos que para asistir a la cumbre del clima (la COP26, que se celebrará en Escocia), se espera que lleguen la misma más de cuatrocientos jets privados con personas que se devanarán los sesos para convencernos de que se debe volar menos para reducir las emisiones. Suponemos que propondrán subidas notorias del precio de los viajes aéreos o multas cuantiosas, lo que dejará esa modalidad de viaje solo al alcance de unos privilegiados, es decir, de ellos. Nos parece bien preservar el clima, pero catástrofes climáticas las ha habido desde que el mundo es mundo.

El problema del cambio climático es uno de los dogmas que quieren imponernos, y en su desvergüenza no les ha importado manipular a una jovencita sueca, porque es lo que han hecho con ella, a no ser que la citada sea el mayor cerebro habido en la humanidad.

Como los malintencionados (es decir, los contrarios), provocan desinformación en la sociedad al difundir noticias falsas, “cum fraude” ha tenido la brillante idea de incentivar una pacto de Estado contra la misma. Si lo consigue, a partir de ese momento tendremos otro dogma político. Lo que diga nuestro desgobierno será lo único verdadero, y todo lo contrario burdas mentiras para confundir a los ciudadanos.

Nuestro próximo presupuesto será, por decreto, el mejor para la nación, aunque sea ampliamente cuestionado tanto desde dentro como desde fuera de la misma; ustedes no crean esas críticas. Ya saben “lo ha dicho Blas y punto redondo”

Otro nuevo dogma es el de la ideología de sexo. Respetamos cualquier orientación sexual, pero la naturaleza no se puede cambiar porque lo digo yo; en tal caso seríamos dioses, y Dios solo hay uno, aunque a muchos de los progres les moleste que exista.

Créanse sin dudarlo que nuestros dirigentes hacen lo mejor por nosotros. No les parezca un derroche innecesario que nuestra ministra de la Desigualdad vaya a gastarse más de setenta y un mil euros anuales en fotos de sus actos ministeriales, o que se vayan a pagar más de treinta y ocho mil en fotografías de un anterior presidente.

No critiquen tales gastos, no sean conspiracioncitas, el no gobierno los considera imprescindibles, aunque parte de la población ya pase hambre.

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