Conciudadanos hace días apareció la fumata, roja naturalmente, en la chimenea de La Moncloa, indicando que ya tenemos quienes nos dirigirán, seguramente al desastre, pero estemos contentos, dicen que solo buscan nuestro bien.
La verdad es que estábamos intranquilos, ¿quiénes nos van a venir?, ¿quiénes van a ser los fieles seguidores del mando y ordeno? Ahora ya estamos sosegados, son leales servidores de “cum fraude”, que se han distinguido y se distinguirán por la aceptación ciega de las directrices de líder supremo, por mucho que de vez en cuando digan alguna incongruencia, sin duda cara a la galería, para quedar bien.
Lo primero que nos llama la atención es que estando el país como está, se mantiene el número de ministros con sus consecuentes secretarios, asesores, amiguetes o llámenles como quieran. Claro que como lo pagamos el pueblo ¡qué más da!
Todos los días nos piden que ahorremos, que seamos parcos en los gastos, pero el desgobierno no se lo aplica.
Deducimos consecuentemente que son seguidores del dicho “la caridad bien entendida empieza por uno mismo” y en consecuencia primero soy yo. No lo hacen con mala intención, simplemente para que veamos lo bien que vamos a vivir todos cuando lleguemos al paraíso que nos prometen. El problema es que no nos dicen cuando llegaremos al mismo. Seamos buenas personas y confiemos.
Seguimos teniendo veintidós ministros. Así tienen poco que hacer, no vamos a agobiarles de trabajo, porque entonces no podrían disfrutar de los privilegios que les da el cargo, porque ellos también tienen sus derechos.
Es curioso el número, los dos patitos, quizás nos están diciendo cual va a ser el gordo en la lotería de Navidad, aunque deberíamos de tener cuidado porque de tocar serían capaces de imponer un impuesto extraordinario a los agraciados, alegando que se lo debemos a ellos.
Haciendo un análisis del simulacro de gobierno, nos llama la atención que hay un tri ministro. Nos referimos al que es de la Presidencia, de Relaciones con las Cortes y de Justicia. Puede estar contento, es el as de los acaparadores. Sin embargo, a nosotros, analizándolo con mala intención, pues reconocemos que somos muy desconfiados, nos entra la sospecha de que hay gato encerrado, como vulgarmente se dice. Nos encontramos con que la misma persona que se encarga del Ejecutivo (Presidencia), también controla el Legislativo (Relaciones con las Cortes) y el Judicial (Justicia). Nos parece que no es una buena medida para una verdadera división de poderes, base de la democracia, sino que implica el control de todos ellos por una sola persona, lo que es, ni más ni menos que una dictadura.
¿Hacia dónde vamos? Lo cierto es que visto lo visto, la cosa pinta muy mal. De no poner remedio, a lo anteriormente comentado tenemos que añadir que en nuestro país mandarán los separatistas de dos comunidades autónomas, que en el supuesto de que no declaren la independencia, impondrán una relación de igual a igual con el hasta ahora gobierno central. No solo eso, también dictarán las normas que este último debe seguir, cosa que el citado aceptará sin rechistar. “Cum fraude” tragará todo lo que le impongan con tal de seguir figurando, y ellos lo saben muy bien. Quizás proteste un poco, pero solo será una maniobra para quedar bien ante nosotros, tan solo eso.
La cuestión es muy simple queridos conciudadanos. ¿Aceptamos lo que se nos viene encima? Un golpe de estado, una dictadura, y el ser en la práctica y en el mejor de los casos una colonia de los separatistas o rechazamos valientemente todo ello
La respuesta es obvia, y alentamos, una vez más, a que cada uno ponga, como pueda, su granito de arena para conseguirlo. Lo lograremos.
