Muchas personas tienen enemigos, unos conocidos y otros no. Igual les pasa a los pueblos y a las naciones. Es triste que ocurra, pero creemos que desgraciadamente es irremediable. Unas veces tiene su origen en la ambición, otras en la envidia, y otras simplemente en la maldad que muchos humanos llevan dentro.

Por los mismos motivos las naciones también tienen enemigos, a veces desde tiempo inmemorial, que siempre que pueden no se cansan de restregarles públicamente sus comportamientos erróneos, lo que consideran sus actuaciones abominables durante su trayectoria histórica, etc.; todo aquello que puede hacerles daño, normalmente relatado de forma muy ampliada a lo que fue en realidad, y sin tener en cuenta, las que critican, que en muchos casos ellas ha hecho lo mismo, incluso en mayor grado.

Nuestra querida España es una de las naciones que más enemigos tiene desde hace muchos años, que nos presentan como el ogro malvado de los cuentos de niños, niñas y niñes (¿contentas féminas nazis?)

Quizás el exponente más divulgado hasta ahora sea la leyenda negra, aunque los países en que se originó superaron con creces las barbaridades que nos atribuyen a nosotros en la misma.

Últimamente, como consecuencia de los cambios políticos que acontecen en Sudamérica, ha surgido la hispanofobia, que nos presenta poco menos como asesinos en masa de los indígenas americanos. Es difícil de creer dado que los nativos y mestizos son la población muy mayoritaria en esos países. Apostamos a que la poca población originaria de USA (actualmente “naciones domésticas dependientes”) y de Australia (donde no hace todavía tres años el gobierno prometió un referéndum para modificar la constitución y reconocer los derechos de los aborígenes), hubiese estado encantada si los hubiéramos colonizado los españoles.

No hablemos de lo que pasaba en el actual Congo cuando era belga.

Ahora bien, el problema que tenemos los españoles es que somos nuestros propios enemigos, no necesitamos los externos, pues somos masoquistas y disfrutamos pensando lo malos que hemos sido.

Es más, la cosa no queda ahí, lo más grave y que puede acabar destruyendo a nuestro país es, como confirmación de que nosotros mismos somos nuestro peor enemigo, que un grupo de nuestros compatriotas está haciendo todo lo posible para hundirlo.

Efectivamente. Bastantes de nuestros grupos políticos han hecho suya no solo la leyenda negra, sino también la hispanofobia, y bajo la excusa de la hermandad universal, piden perdón en nombre de todos los españoles (no sabemos quién les ha autorizado) por las falsas tropelías de que nos acusan.

No solo eso. Dentro de nuestra propia nación su actuación va enfocada a que la misma desaparezca como tal, en nombre de un globalismo que solo favorece a quienes lo postulan. No se cansan de predicarnos la democracia e igualdad, peo son los que menos las practican, con el único fin de mantenerse en el poder, dicho en otras palabras, de conservar sus privilegios. Si hay que fomentar ladinamente la desmembración del país, se hace. Si para mantener su despilfarro, hay que establecer un impuesto sobre las indemnizaciones por accidentes, se crea. Si para contentar a colegas hay que regar de dinero a una línea aérea extrajera insignificante y en bancarrota, se riega. Si una alcaldesa imputada no hace lo que por activa y pasiva se cansó de prometer públicamente, no importa, a vivir.

Lamentablemente compatriotas, nuestros peores enemigos no tenemos que buscarlos fuera, indudablemente los tenemos en casa.

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