¿Qué jinetes? se preguntarán ustedes. La respuesta es sencilla, los descritos en el Apocalipsis que precederán y anunciarán el fin del mundo. No tenemos duda de que ya están en nuestro país, lo que implica, según el texto bíblico, la desaparición del mismo. No obstante, como confiamos en la misericordia divina, tenemos la esperanza de que si vuelve el sentido común y la honestidad a nuestros gobernantes, su llegada se convertirá tan solo en un serio aviso para que enmendemos cuanto antes, el pésimo camino por el que transitamos, que nos conduce, sin lugar a dudas, a hundirnos cada vez más en el desastre en el que ya estamos instalados.

El problema principal, y nos atrevemos a decir que único, para remediar nuestra situación, es la actuación de nuestros políticos, que se mueven teniendo como único objetivo sus intereses de permanencia.

El primer jinete montando un caballo blanco y blandiendo un arco, viene como vencedor. La interpretación que se hace del mismo es que es el anticristo, el que arrasará todo lo establecido.

En nuestro país, cada vez hay más políticos que quieren destruir lo existente, para reemplazarlo, según dicen, por algo mejor. Afirman que nuestros valores, tradiciones, cultura, perspectivas de vida, etc. están obsoletas, y trabajan para que las desechemos reemplazándolas por los que tratan de imponernos.

A continuación apareció, espada en mano, un segundo jinete en un caballo rojo, con la intención de dinamitar la paz y provocar una guerra.

No vamos a decir que algunos de nuestros políticos quieran una guerra en el sentido estricto de la palabra, lo damos por descontado. Sin embrago si es cierto que cada vez más, los ataques de unos a otros son más furibundos y más rastreros; no respetan nada, y se aprovechan de cualquier hecho, por luctuoso que sea para atacar al contrario. ¿Qué con esa conducta hacen daño a terceros? Da igual, el caso es acosar al contrario, con razón o sin ella. Este comportamiento los sufrimos todos los días. No les importa mentir descaradamente, el caso es ganar su guerra.

En tercer lugar vino un caballo negro; el que lo montaba llevaba una balanza en la mano, para pesar cantidades de alimentos, pues es el jinete del hambre. ¿Les suena esta última palabra? A muchos españoles, en número creciente, cada vez más.

Los precios de los productos alimenticios, incluso los básicos, suben continuamente a mayor ritmo que los salarios, contradiciendo la palabrería barata y triunfalista del desgobierno. Llenar la cesta de la compra se ha vuelto una labor de artesanía y cada vez hay mayores colas en los comedores de caridad, al igual que ha aumentado significativamente el número de mendigos en las calles. Creemos que “cum fraude” y sus acólitos no se han enterado de ello; llenar bien su tripa les priva de tiempo para saber de otras cosas.

Por último llegó un caballo amarillento y sobre su grupa cabalgaba la muerte., con poder suficiente para causarla por cualquier medio.

Actualmente estamos bajo el poder de un virus que no se sabe realmente, ni se sabrá nunca, las muertes que ha causado. Lo único cierto es que sigue activo, matando personas, por muchas vacunas o pseudo vacunas que inventan. Mientras el simulacro de gobierno demuestra que ante la situación está “más despistado que un pulpo en un garaje”. Ya se atacan abiertamente entre sí, y el hasta hace poco omnipresente director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, ha desaparecido misteriosamente de la escena.

Así pues ya tenemos entre nosotros a los cuatro jinetes del Apocalipsis. Va a ser difícil echarlos, pues a los que más les conviene su presencia es a muchos de nuestros políticos, aunque no dudamos que actúan como lo hacen por nosotros.

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