Cuando pensábamos plasmar por escrito nuestras reflexiones sobre el tema candente que a continuación podrán leer, tuvimos dudas sobre como titularlas, si  tal como lo hemos hecho, o ¡Salve Dictadura! Nos inclinamos por el escogido porque el entierro de la democracia, es lo que precede a la llegada de la dictadura. Indudablemente, las dos implican lo mismo.

Como sabemos, democracia es el sistema político en el que existe una separación de poderes, pues el ejecutivo, el legislativo y el judicial son independientes.

Sin embrago debemos reconocer que en muchos países considerados democráticos, la separación entre los dos primeros citados es un tanto teórica, pues después de unas elecciones, el partido o la alianza de partidos que logra mayoría en la cámara, forma el gobierno. En consecuencia, el ideario del ejecutivo es igual al del legislativo, pues son los mismos y, salvo raras puñaladas traperas de algunos díscolos, caminan cogidos de la mano.

Lo anterior no ocurre en los países en los que se eligen por separado los miembros del legislativo y el jefe del ejecutivo. Una cosa es votar a nuestros representantes en un parlamento, y otra muy distinta dar nuestra confianza a una persona determinada para que nos dirija. El exponente máximo de esta distinción son aquellos países en los que si en el año actual se eligen los parlamentarios por cuatro años, dentro de dos se elije el jefe del ejecutivo, por ese mismo tiempo o más años. Esa es la única manera de garantizar la independencia de los mismos, pues unos y otro tienen que ganarse el voto, pudiendo ocurrir que la mayoría de los unos no sea del mismo color que el elegido individualmente. Esta es la verdadera democracia.

En nuestro sufrido país, dado como se realizan las elecciones, la independencia entre el ejecutivo y el legislativo es un mito, pues son los mismos. Tan solo, hasta ahora, el poder judicial era independiente, pero ¿cuánto durará así?

La pregunta surge de la pretensión del desgobierno de modificar la norma que rige la elección del poder judicial con el pretexto de que dada la fragmentación del parlamento, y la mala fe y ganas de fastidiar de algunos, es imposible llegar al acuerdo de sus tres quintas partes. En consecuencia, pretenden que la elección se haga por mayoría, que ellos tienen.

Hasta aquí la cuestión. De entrada lo primero que es evidente, es que si se adopta este sistema, serán los mismos los que controlen el ejecutivo, el legislativo y el judicial. ¿Dónde queda la separación de poderes?

Para más inri, nuestro gobierno títere (dado que se arrima al sol que más calienta), ha aprovechado la ocasión para dar una nueva muestra de cobardía y disimulo. Efectivamente, parece que la modificación de la ley se va a hacer mediante una proposición de ley, no de un proyecto de ley. Es decir, la iniciativa partirá del Congreso, por lo que (si las cosas se complican) el no gobierno podrá decir que ellos fueron meros espectadores que respetaron la independencia del legislativo, se limitaron, como es su obligación, a dejarles hacer.

Desde Bruselas ya han dado un toque de atención, que no sabemos si servirá para algo. A no ser que la Comunidad Europea se plante seriamente y ponga a “cum fraude” y sus amigos entre la espada y la pared, mucho nos tememos que él seguirá con sus planes.

En definitiva, nuestra ya precaria democracia está siendo atacada, en su beneficio particular, por aquellos que, como obligación fundamental, debían defenderla. Al menos los morados en esto son más honestos, y predican sin ambages que su ideal es cierta república sudamericana, en la que todos los poderes reales los tiene su presidente, y los ejerce contra todos los que no callan.

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