Esos son dos calificativos que podríamos atribuir a muchos de nuestros políticos. Efectivamente no a todos ni en todas sus actuaciones, pero son los que más comparten la mayoría de ellos.

La mediocridad les impulsa a querer figurar, a la incoherencia e incongruencia. Como en su fuero interno generalmente son conscientes de sus carencias, tratan de esconderlas como sea, lo que les lleva a manifestar una ambición desmedida. El caso es estar en el candelero, sea como sea. Sin embargo con frecuencia, y por mucho que intenten lo contrario, acaba haciéndose evidente lo que predice un viejo dicho “donde no hay, no hay”.

Desde luego debemos reconocerles alguna cualidad. Parece que muchos de ellos conocen un pensamiento de Winston Churchill, pues con frecuencia lo llevan a la práctica “El político debe ser capaz de predecir lo que va a pasar mañana, el mes próximo y el año que viene, y de explicar después por qué no ha ocurrido”. En esto podemos afirmar que nuestros políticos son, en su mayoría, maestros.

La consecuencia es que puede que ocurra lo que predijo el científico y escritor alemán Georg C. Lichtenberg hace más de dos siglos “Cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto”. Llegar a este punto sería muy peligroso.

La vergüenza es algo que muchos parecen desconocer, pues de lo contrario no saltarían algunas noticias concernientes a nuestro país.

Según parece la Comisión Europea ha advertido graves desequilibrios macroeconómicos en nuestras cuentas, advirtiéndonos que el gasto público neto no supere los diez mil ochocientos millones de euros, y que se realicen ajustes estructurales por importe de siete mil ochocientos millones de euros tanto este año como el próximo. Las estimaciones presentadas ante la Comisión prevén un incremento de impuestos directos de casi treinta y siete mil millones de euros, hasta que acabe la legislatura; dado que en la actualidad los ingresos por tal impuesto son de ochenta y cuatro mil millones de euros, es imposible que el incremento se pueda obtener solo de las rentas más altas. En otras palabras, pagaremos todos.

Al mismo tiempo nos enteramos de que la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal ha detectado que cada año, entre todas las administraciones se dedican catorce mil millones de euros en subvenciones a fondo perdido, que se caracterizan por la falta de control y transparencia, lo que imposibilita saber con certeza cuál ha sido su verdadero destino. A lo dicho podemos añadir que el fin de la subvención que aparece en los diarios oficiales a veces no se lo entiende. Además con frecuencia saltan las noticias de su concesión a personas o entidades relacionadas con partidos o significados políticos.

Parece que cambiar el logo de correos, cosa urgente e imprescindible, para dejarlo prácticamente igual, ha costado casi ciento sesenta y nueve mil euros de dinero público. Para esos gastos nos subirán los impuestos.

Por ejemplo Alemania, con casi el doble de población y siete escalones administrativos (aquí tenemos cuatro), parece ser que tiene trescientos mil políticos menos, lo que se traduce en un montón de dinero que se ahorran en sus sueldos, los de sus asesores, coches oficiales, viajes, etc.

Aquí los políticos actúan cuidando de no tirar piedras contra su propio tejado, y haciendo honor a lo que dijo hace años una actual ministra en funciones “estamos manejando dinero público y el dinero público no es de nadie”. ¿Entienden?

La mediocridad y ambición conduce a la poca vergüenza.

Spread the love