Parece que nuestros políticos son fieles seguidores de Lampedusa, pues han hecho suyo el célebre aforismo de éste último “Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”
Efectivamente el actual gobierno equilibrista, dado que está en la cuerda floja su posible continuidad, desde que se constituyó el siete de junio del pasado año, ha repetido machaconamente a los ciudadanos que todo iba a cambiar, naturalmente para bien, y se ha esforzado en airear por todos los medios posibles, no solo los cambios legislativos realizados, sino incluso sus proyectos pendientes.
Es cierto que ha hecho cambios, incluso abusando al máximo de la utilización de decretos leyes, pero no es menos cierto que el país, como tal, sigue como estaba, en otras palabras igual, por no decir que peor.
Si el anterior gobierno fue cobarde, así lo hemos manifestado abiertamente en su momento, el actual no lo es menos. No obstante el primero tenía en su descargo el que prácticamente era mudo, quizás por exceso de cobardía o porque conservaba algo de dignidad. Por el contrario el segundo además de serlo, se ha vendido abiertamente a un grupo de traidores cuyo objetivo es destruir el país.
Así todo sigue como estaba, hacemos aguas por todas partes, sobre todo por la esquina noreste desde hace más de cuatro años, pero da igual, hemos tenido cambios que es lo importante.
El problema, permitido, del separatismo catalán, es el cuento de nunca acabar.
¿Por qué? No encontramos otra explicación de que a los políticos, cuando están en el poder no les interesa acabar con él. Suponemos que es la vía de escape para tapar otros problemas que no saben o no les conviene solucionar. Por ejemplo el actual gobierno, aunque le toque el gordo de la primitiva el día de las elecciones, no lo solucionará, porque salvo un milagro, y últimamente estos escasean, necesitará los votos de los secesionistas para gobernar. Hará unos cambios cara a la galería, pero todo seguirá igual.
Lo anterior es así porque se permite. La semana pasada asistimos al esperpento de que la Junta Central Electoral tiene que repetir un requerimiento a los golpistas catalanes, (¿no lo entendieron a la primera?), que primero desoyen, luego hacen una payasada de cambios, después una consulta, y en el último momento atienden. En cualquier país serio, por muy democrático que sea, un organismo dentro de sus competencias, de acuerdo con la ley, hace un requerimiento a una administración y esta lo atiende pero ya; de lo contrario el Estado, actuando dentro de la ley, lo hace cumplir inmediatamente. Aquí los destinarios lo acataron tarde, mal y a rastras, porque saben que son los que realmente mandan. En definitiva, todo sigue igual.
Un ejemplo de la veracidad del aforismo que comentamos, lo tenemos en el artículo
3.3.c del Real Decreto Ley 6/2019 (BOE 57 del pasado día 7), donde se regula el “permiso del progenitor diferente de la madre biológica”, es decir del conocido siempre como padre. Ha cambiado el nombre, pero seguirá siendo el padre. Lo único que ha logrado quien lo redactó, es hacer el ridículo por el esnobismo de utilizar el llamado lenguaje inclusivo.
Si, seguimos igual en todo. Las contradicciones y manejos campan a sus anchas. El jefe de un partido que critica a cierto político por llevar un arma, hace unos años defendió “el derecho a tener un arma” como “base de la democracia”. Para atacar a una persona que iba a iniciarse en política, las televisiones recortaron lo anterior y posterior a cierta frase de un comentario suyo, desvirtuando así totalmente lo que decía; como comentó, creemos que él mismo, es como si recitas el Credo, pero borran todo excepto la frase “Poncio Pilaos fue crucificado, muerto y sepultado”.
Esta es la España que tenemos.
