Nuestros queridos políticos parece que se han leído la novela de James Hilton titulada Horizontes Perdidos, e inspirados en ella todos nos ofrecen, si ganan, llevarnos a un paraíso donde la felicidad será permanente, es decir, convertir España en una nueva Shangri-La.
Desde luego debemos agradecérselo, como hacemos, pero parece que llevados de sus buenas intenciones, no han caído en la cuenta de que ese lugar ficticio es una utopía, y que nuestro país es una realidad en el que sus ciudadanos tienen que afrontar diariamente múltiples problemas, que no pueden esperar a un futuro lejano maravilloso, en el que de las fuentes manarán chorros de miel.
Ahora que ya estamos en fase electoral, cada partido pregona el mundo ideal al que nos llevará, si le votamos; al mismo tiempo nos previene de las marrullerías de los demás, que solo persiguen conseguir el poder para instaurarse como casta dominante para beneficio propio.
El ciudadano de a pie, el tonto útil para muchos, se encuentra sumergido en una cadena de ofertas y contraofertas, afirmaciones de unos, descalificaciones de otros y promesas de todos; creemos que tiene la sensación de entrar en un período de milagros, pues todos le dicen los logros que van a conseguir para el, pero nadie le explica cómo, y aún dentro de sus posibles limitaciones, sabe muy bien que las cosas no caen del cielo.
Algunas noticias de prensa parecen inducirnos a pensar que si les hacemos caso, iremos al paraíso como ellos. Nos acabamos de enterar que el segundo presidente socialista ha multiplicado por cinco su patrimonio en pocos años, al tiempo que se ha comprado una modesta casita en una de las mejores zonas de la capital; eso apareció en los periódicos. También ha saltado el comentario, seguro que malintencionado, de que un político independentista que se ha hecho famoso por sus payasadas ridículas, se ha comprado también una casita; dado que al parecer antes de entrar en política su situación era un tanto precaria, suponemos que lo ha hecho con el dinero que le paga su odiada España, y así se rezarse de lo mucho que esta última ha robado a su región.
Lo también curioso de estos casos, al igual que el del morado, es que apareció en la prensa que el precio pagado por sus niditos fue bastante inferior al de mercado.
¡Qué suerte tienen! ¡Qué chollos encuentran! En cualquier caso a alguno hay que compadecerlo, el morado ya no puede saludar por las mañanas al panadero y al kiosquero de la esquina, como le gustaba hacer. No se puede tener todo.
Que nos esperan sorpresas no lo dude nadie. En las negociaciones del Brexit, España no tiene derecho al veto en cuanto a lo relacionado con Gibraltar, aunque nos han dicho lo contrario. La Comisión Europea tan solo recogió que “estos acuerdos requerirán la aprobación del Reino de España”, de lo que se alegra el interino y lo presenta como un éxito, pues “gracias a ello estamos en una posición privilegiada para construir el futuro de prosperidad compartida entre el Campo y Gibraltar durante las próximas décadas”
Analicemos la situación, por un lado Cataluña independiente por lo menos de hecho, si ello es necesario para llegar al poder, lo que haría felices a parte de sus habitantes. Por otro se nos ocurre pensar que para aprovecharnos de esa futura prosperidad del Campo podíamos extender su marco geográfico al resto del territorio español, excepto la esquina noreste. Todos felices y contentos.
¿Qué España como nación desaparece? ¡Qué más da! Así entraríamos en una nueva Shangri-La, donde nos espera una vida maravillosa, sin tener que avergonzándonos continuamente de nuestro pasado, aunque muchos países lo envidien y exalten.
Gracias políticos.
