El año acabado pudo haber si do muy provechoso para el país. Se podría haber continuado la recuperación económica, y atar los cabos, dentro del más estricto respeto a la Constitución claro está, para que España empezase a resurgir no de sus cenizas, que a eso afortunadamente no hemos llegado, pero sí de su situación de creciente degradación en la que sin lugar a dudas estamos inmersos.
¿Qué ha fallado? Pues que nuestros políticos de todos los colores, salvo honrosas excepciones, tienen muy pendiente aquello que escribió don Jacinto de “los intereses creados”, y ante todo cuidan de los suyos. Ellos en el escenario, escenificando su teatro, al tiempo que tratan de inducir al pueblo a comportarse como una buena claque.
El gobierno anterior al presente mejoró las perspectivas económicas, pero se quedó en eso, el resto ni tocarlo. Actuó como esos muñecos de feria, que cuando se les tira la pelota para un lado, se mueven hacia el otro. En el fondo hay que reconocer que fue una postura muy prudente, pues el que no hace nada, no se equivoca.
Su pasividad llegó al extremo de que cuando estaba cantado de que su única posibilidad de supervivencia era la dimisión de su presidente o la convocatoria de elecciones, siguió sin hacer nada.
Le sustituyó el actual gobierno, que nos vendió que tenía una varita mágica, gracias a la cual nuestro país se iba a convertir en un modelo en todos los sentidos. Solo le faltó repetir lo que dijo un político, hace ya bastantes años, cuando llegó al poder, “a España no la va a conocer ni la madre que la parió”
No sabemos si se llegará a la afirmación anterior, pero da la impresión de que tratan de materializarla, pero para mal, no para bien. No olvidemos que la primera promesa que hizo su presidente, que el gobierno duraría el tiempo imprescindible para convocar elecciones, fue la primera que se pasó por el arco del triunfo a los pocos días de vivir en el palacio. No es de extrañar, el traqueteo de los vuelos, tanto para asuntos públicos como privados, le hace olvidar. Pero tranquilos, que esos viajes no cuestan nada al españolito, porque se realizan en un avión oficial facilitado por el ministerio de Defensa; es decir, no debe ni tan solo consumir combustible.
Para amenizarnos la existencia, el gobierno hace aseveraciones que, utilizando el lenguaje matemático, diríamos que la solución hay que buscarla por “reducción al absurdo”.
Dice su presidente: “España necesita estabilidad y no el desorden que defiende la oposición”.
¿Qué estabilidad? Quizás la de un gobierno prisionero de separatistas anti constitucionalistas y de un conglomerado de izquierda radical, anti sistema, etc. a los que tiene que contentar para mantenerse.
Por otra parte afirma que “estar con el sentido común y con los extremistas no es posible” De acuerdo, pero olvida que su gobierno está mantenido por extremistas en su más variada gama. El galimatías es más difícil de resolver que la cuadratura del círculo.
En cualquier caso, no nos preocupemos, los veintiún puntos de la propuesta que el jefe del estado catalán entregó a su igual, el español, y que trascendieron parcial y solapadamente, son pura anécdota. Eso nos dicen.
Resumiendo, el año cerrado ha sido un año perdido para España, pues nuestros gobernantes, como apuntábamos al principio, se han limitado a cuidar de sus intereses.
De los pocos que han ganado algo este año, y ya al final, son los guardias que vigilan la dacha de Galapagar. Les van a poner una caseta prefabricada con baño y calefacción. Creíamos que los propietarios de la mansión eran los que se rasgaban las vestiduras con las injusticias, los defensores de la igualdad, de los menos favorecidos. Quizás su ansia de solucionar rápidamente los problemas de todos los españoles les hizo olvidar los de las personas que tienen más cerca de sí.
